Tuesday, June 03, 2008

Políticos y estadistas

Que las cifras macroeconómicas del fisco están en las mejores condiciones de nuestra historia, nadie lo duda. Exportaciones, balanza comercial, superávit fiscal, etc., así lo demuestran, pero la estrechez económica de los ciudadanos y la incertidumbre por el futuro también marcan récords.

Las estadísticas son una cosa, y la percepción ciudadana otra. Así, si se come un pollo y su vecino no come, éstas dirán que cada uno se comió medio pollo, lo que está lejos de la realidad.

Esta percepción está tan generalizada, que en un hecho inédito el Senado convocó al ministro de Hacienda para sugerirle -pues según nuestra Constitución los parlamentarios están inhabilitados para tomar iniciativas en materias económicas o que irroguen gasto público- la adopción de 36 medidas que estimulen la actividad, con especial énfasis en las pymes y la agricultura.

La estructura tributaria tiene como finalidad recaudar para el Estado los recursos necesarios para desarrollar sus políticas. Para los liberales como yo, ésta es tan o más importante por su capacidad de generar incentivos y desincentivos que estimulen la inversión y el desarrollo, tras lo cual las personas podrán generar sus ingresos y prescindir de la asistencialidad estatal, que está probado que es mala y cara, además de reducir la autoestima de la persona por no valerse por sí mismo.

Los incentivos tributarios bien concebidos tienen un efecto multiplicador insospechado. Por ejemplo, el subsidio a la plantación de bosques establecido en los 70, aún no supera los 100 millones de dólares, pero exportamos más de 2.000 millones anuales en productos forestales.

En Arica, el crédito tributario de la ley Arica I posibilitó todas las construcciones de las empresas Pacal y Guzmán-Larraín con el efecto visible a nuestro ojos.

El cambio establecido a comienzos de los 90 que suprimió la exención de impuesto a la renta a las empresas que reinvertían sus utilidades, ha reducido la inversión anual en Chile en un 8% del PIB, aproximadamente.

En la economía de un país, las buenas o malas decisiones no se perciben inmediatamente, sino tras algunos años, por lo que se dificulta adoptarlas cuando sus beneficios no pueden ser cosechados en la próxima elección, o cuando son resistidas por grupos de presión que pueden generar problemas políticos.

En el coraje para tomar decisiones difíciles se diferencia un "político" de un estadista.

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