Para quienes hemos pasado el medio siglo, la noticia de la baja en el precio del dólar es un fenómeno no integrado a nuestra genética. Para nosotros la normalidad era el alza del dólar, o en términos reales la desvalorización del peso chileno.
Estas últimas semanas la baja del dólar, ó el alza de la moneda chilena ha sido noticia casi diaria. ¿Por qué? Una explicación es que la moneda norteamericana ha perdido valor. Frente a las monedas de Europa y Japón ha visto reducido su valor entre un 10 y 15 %, producto de los déficit fiscales estadounidenses, que de estar bajo la tutela del FMI, hace rato que ese país debió haber adoptado las medicinas que dicho organismo receta a los países pequeños en problemas. Al decir del Cato Institute (instituto ideológico del Partido Republicano) George Bush gobierna con mano republicana, pero gasta con mano demócrata.
Otra razón es el aumento de las exportaciones chilenas, que este año superarán por primera vez los 20 mil millones de dólares, impulsadas por los mayores volúmenes así como por los mejores precios del cobre, celulosa, salmón, etcétera, lo que dejará un saldo positivo del orden de los 2.500 millones de dólares.
¿Es buena o mala esta situación para los chilenos?
Es mala pues las exportaciones, cuyo costo está muy influido por el valor de la mano de obra (como los textiles), se encarecen y pierden mercado. A los turistas chilenos les sale mas barato ir de vacaciones al exterior, y a los extranjeros se les encarece venir a Chile.
Es buena porque somos más ricos (o menos pobres) en dólares. En nuestra región en que muchos alimentos son importados, veremos una baja en sus precios. Automóviles, gasolinas. electrodomésticos, textiles, harán lo mismo, mejorando nuestra calidad de vida.
Quienes más reclaman por la baja del dólar son las pymes, para las que es muy difícil bajar sus costos, lo que a muchas de ellas las dejará sin posibilidades de exportar, agravando el problema de la cesantía.
Ante esta situación, que no se vislumbra cómo revertir, lo único que cabe es ayudar a ese sector (que proporcionalmente es el que genera más fuentes laborales) a disminuir sus costos por la vía de reformas laborales, tributarias, como suprimir el impuesto al crédito (mal llamado "ley de timbres"), apoyo a la mejoría tecnológica, facilitar los trámites aduaneros, seguros de crédito, entre otras, las que la ingeniería económica debiera ser capaz de concebir. De lo contrario, se agudizará el problema que tanto preocupa al ministro de Hacienda, que es la concentración de la riqueza, que conlleva la semilla del descontento social, con el cual es imposible lograr inversión y desarrollo económico.
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