Saturday, July 23, 2005

Los países no se suicidan

Pero Bolivia bien podría ser la excepción, sostenía (si mal no recuerdo) el comentarista estadounidense Mark Falstoff. Los hechos que diariamente observamos demuestran que esa opinión -que a primera vista parece exagerada-, al parecer no lo es tanto. Unos quieren autonomía regional, otros no; unos quieren nacionalizar los hidrocarburos, otros saben que Bolivia no tiene los recursos para ello; unos quieren que se vaya Mesa, otros no, etc. etc. Al parecer se está construyendo una “Torre de Babel”, en la cual si bien todos hablan español, nadie se entiende con nadie, lo que genera un enigma que está haciendo imprevisible vislumbrar cuál es la salida a esta crisis. Mario Vargas Llosa dice que si los golpes militares fueran la solución, Bolivia sería un paraíso, pues han tenido tantos que estaría todo solucionado.

Sin duda todas las razones que se esgrimen para justificar las violentas protestas (autonomías, hidrocarburos, salida al mar, etc. etc.) no son más que la punta del iceberg quedando, al parecer, ocultos los graves problemas sociales que arrastra esa nación al parecer desde su independencia, lo que lo mantiene como el más pobre de Latinoamérica, después de Haití, que no puede usar la mediterraneidad como excusa de su situación, por ser una isla.

La erradicación de los cultivos de coca privó a los bolivianos de un ingreso que se calcula en 600 millones de dólares, que se repartía entre campesinos, transportistas, comerciantes, y por supuesto mafiosos íntegramente, quienes los quieren recuperar, aún encendiendo las iras de EE.UU.

Producto de las imposiciones del FMI, Bolivia debió reorganizar sus aduanas, ponerlas más serias, y comenzar a cobrar aranceles por sus “importaciones”, con lo cual dañó el negocio que realizaban miles de bolivianos, quienes también desean regresar a la situación previa.

La economía boliviana se desarrolló sin la intervención del Estado, no porque este no quisiera, sino por que casi no existía, o sus intereses (de los gobernantes de turno) eran otros, por lo cual cada agente económico actuaba dándose sus propias reglas, o conviniéndolas con el funcionario respectivo, lo cual generó una cultura económica, en la cual el desorden “ordenaba” la vida del país.

Pretender formalizar la economía, cambiando la cultura económica milenaria, en una población en la cual la educación sólo la tienen unos pocos, es lo que ha generado toda esta crisis, al parecer insoluble.

¿Se estará suicidando también Europa con el triunfo del No?

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