No debieran sorprendernos los últimos llamados de distintos personeros en Bolivia, de boicotear el comercio con Chile y los productos chilenos.
La retórica nacionalista, latinoamericanista, antimperialista (resumido como populista), ha sido casi genética en Latinoamérica. Aún recuerdo los discursos del candidato Salvador Allende, en los cuales aseguraba que, durante su mandato Chile no importaría un centavo de EE.UU., lo cual hacía sonreír a los entendidos, y a ese mismo país, por cuanto dicho perjuicio no superaría el 0,000 %.
Actualmente el comercio exterior es decidido por los privados, o por los precios de mercado en un 100 %, y normalmente estos agentes toman sus decisiones en forma bastante racional, por cuanto las pasiones en los negocios normalmente producen pérdidas, las que por el dolor que provocan, se tratan de evitar.
Los bienes o servicios que los bolivianos compran a Chile, no lo hacen por amor a los chilenos, así como los que compran en Zofri no es por amor a los chinos, indios o pakistaníes establecidos en ella, sino que lo hacen por motivos racionales, pues este comercio normalmente les dará utilidades.
¿Qué alternativas de trabajo tienen en Bolivia estas personas si dejaran de comerciar con Chile? En realidad casi nulas, aparte de que este comercio se viene realizando por generaciones, y constituye un modo de vida.
Hace algún tiempo, en reuniones que sostuve en Bolivia con autoridades de distinto rango, una de ellas bastante importante me manifestó que de no ser por Zofri, Bolivia pudo sufrir graves disturbios sociales, y a modo de ejemplo señalaba que tras el cierre de las minas de estaño, quedaron miles de trabajadores sin empleo, y gracias a la existencia de Zofri, y con las indemnizaciones recibidas se hicieron comerciantes, otros adquirieron un auto o minibús usado, lo que les permitió contar con una fuente de sustento, y Bolivia tiene uno de los transportes más baratos de la región.
Ante el argumento de otra autoridad, que sostenía que se debía eliminar el contrabando por el daño económico que este generaba al Estado, aquél le señaló que lo apoyaba totalmente, por cuanto estas personas eran unos viciosos que pretendían comer todos los días, al igual que sus hijos, por lo que se debían hacer los máximos esfuerzos en erradicar este vicio que perjudicaba tanto al erario nacional. Obviamente la tensión no permitió continuar con las conversaciones.
Mientras Bolivia no ordene su economía, respete al inversionista, tenga una legislación moderna y respetada, erradique la corrupción y el populismo, seguirá teniendo viciosos que quieren comer todos los días, y para lograrlo deberán seguir comerciando con Chile.
Cada cual sabe donde le apreta el zapato.
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