Las protestas de los últimos dias en Bolivia dejan perplejo a cualquier observador, al ver como la pasión nubla la razón y, como dijo su presidente: "Algunos quieren dejar la riqueza bajo tierra, para que la pobreza florezca sobre ella".
Tengo una hipótesis acerca de la real causa de estas manifestaciones encabezadas por el dirigente cocalero Evo Morales.
Se calcula que la erradicación de 50.000 hectáreas de coca en Bolivia, mermó en 600 millones de dólares el ingreso al campesinado y otros sectores que lucraban de esta actividad, los cuales tenían un efecto multiplicador en toda la economía, excepto en el fisco cuya recaudación debe haber sido marginal.
Como no es presentable pedir volver al status anterior se busca debilitar al gobierno, (que de por si es débil, pues al no existir la segunda vuelta electoral, rara vez es elegido con más de un 30% de votación popular) a fin de que éste haga "vista gorda" o negocie un aumento del área para cultivar coca.
Ya ni siquiera los manifestantes se oponen a la salida del gaseoducto por Chile, sino que, incluso se oponen a su exportación, como si Bolivia sola fuese capaz de consumir sus enormes reservas.
Tampoco se explica esta enorme oposición a la salida del gas por Chile si, que yo sepa, cuando se decidió la construcción del oleoducto Sica Sica no existieron, mayores dificultades políticas.
Aquí, es donde, a mi juicio, los chilenos no supimos negociar o, actuar. El sentido común dice que cuando se quiere comprar o vender, nunca se debe dejar traslucir la ansiedad por cerrar la negociación, ni ofrecer descuentos cuando nadie los pide. A pesar de esto fueron muchas autoridades chilenas a Bolivia, especialmente los alcaldes del norte (con Soria como figura emblemática) ofreciendo el "oro y el moro" con tal que su comuna fuese la seleccionada, cuando en realidad la decisión debe haberla tomado en un 80% el satélite que determinó las distancias y por ende, el costo del proyecto.
Cuando muchas manos, o voces, intervienen en una negociación, muy posiblemente la deterioran o la enturbian, en vez de mejorarla, por lo que lo más conveniente es dejar en una mano, posiblemente la Cancillería, la responsabilidad de llevarla a buen término, deponiendo personalismos que, por buscar un lucimiento personal perjudican innecesariamente el interés nacional.
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